viernes, 12 de marzo de 2010

Por el derecho a decidir

Celine Armenta.
Académica.
Universidad Iberoamericana de Puebla.

El movimiento por el derecho a la interrupción del embarazo y en repudio a las legislaciones que en 18 estados del país, incluido Puebla, han equiparado el aborto al homicidio, tiene una consigna contundente: Decidir no es un delito; decidir es un derecho.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, hemos gritado tal consigna con rabia y urgencia, demandando la liberación inmediata de cuantas mujeres han sido apresadas por abortar y exigiendo un alto definitivo a la criminalización de quienes ejercen un derecho que creíamos ya conquistado al menos parcialmente: el derecho a decidir.

Y hoy caigo en cuenta de que decidir no es un derecho entre muchos otros. Decidir sobre el propio cuerpo es el derecho por excelencia. Sin poder decidir, el universo de los derechos queda clausurado.

Pero el panorama no es halagüeño: ni el peso de los argumentos, ni el sentido común, ni los marcos legislativos, ni la congruencia con nuestra historia, ni el sentido del ridículo han detenido a legisladores de la mayoría de las entidades del país, para cocinar al vapor leyes que claramente responden a agendas externas a nuestro México, a nuestro supuesto estado laico, a nuestros sueños de democracia.

El día internacional de las mujeres nuevamente nos recuerda que aunque los avances hacia la equidad son reales, son demasiado lentos y no alcanzan ni todos los ámbitos ni a todas las mujeres. En temas cruciales, como el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo y a interrumpir un embarazo, los retrocesos son alarmantes.

Durante noventa y nueve años, cada marzo se ha conmemorado la lucha de las mujeres por la justicia; y no vemos cercano el día en que esta conmemoración se refiera a un hecho histórico, a algo consumado. Año tras año el camino por delante se ve más complejo y desafiante. La violencia machista, la discriminación y la marginación prevalecen y en diversos espacios parecen refinarse, enseñorearse.

Para añadir insulto a la injuria, cada año la insulsez, la cursilería y el comercialismo roban sentido a la conmemoración del 8 de marzo; nuestra digna rabia queda ahogada por una avalancha de mensajes anodinos, merced a los cuales las conciencias de muchas y muchos, ¿de la mayoría?, quedan no sólo tranquilas sino extáticas porque felicitaron a las mujeres de su vida; porque exaltaron las virtudes innatas de las mujeres, entre ellas la abominable abnegación, el sacrificio, y demás pruebas fehacientes de que el camino por recorrer es largo y pedregoso.

Tan pesimista constatación anual me obliga a reconocer que debemos cambiar estrategias. Por razones inherentes a nuestra convicción de que la libertad de elegir no debe ser saboteada, quienes enarbolamos banderas de libre elección y librepensamiento nos hemos dejado comer el mandado por quienes optan por la sujeción y la obediencia y por perpetuar un infantilismo social en el que el miedo suple a la razón. Con agresividad y eficacia, las fuerzas conservadoras se han abocado a lavar cerebros de niños y más aún de niñas. Así, quienes buscan cancelar nuestros derechos y hacer de una agenda religiosa la agenda del estado laico mantienen campañas mucho más teñidas de negrura, exageraciones y engaños que las campañas negras de los periodos electorales.

Al momento de exigir derechos, la primera sordina se encuentra en las conciencias de niñas y jovencitas eficazmente secuestradas por miedos que rayan en terrores, y por lo que yo juzgo como criminales exaltaciones de falsos valores como la tan mentada resignación, la maternidad a ultranza, el anteponer el bienestar de otros al propio, y una retahíla de similares sandeces.

Quienes nos desgañitamos exigiendo el derecho a decidir debemos cambiar de estrategia, o al menos debemos incluir otras estrategias: hay que educar para la libertad, para la responsabilidad, para la asertividad, para el gozo y para elegir. Hay que educar. Ahí está la clave. Si nos concentramos sólo en tratar de revertir las legislaciones, lo cual es ciertamente indispensable y urgente, no ganaremos para todas y todos la libertad y el universo de derechos que cada día parecen alejarse más.

Necesitamos lo que existe en otras latitudes, incluyendo en ellas al cada vez más lejano Distrito Federal existe: un currículum para la libertad y para la toma de decisiones bien informada. Educar, educar, educar. Porque para ejercer el derecho a decidir se requiere no sólo un marco legislativo decente, sino una conciencia libre y educada.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

1 comentario:

KARY dijo...

Realmente es impresionante la hipocresía de algunos legisladores pues con una eminente doble moral, votan vs el aborto pero mantienen nexos con narcotraficantes que asesinan con toda cinismo en sus estados. Estos lideres politicos se piensan que acentúan su carrera procelitista guiandose por los argumentos religiosos que según ellos la mayoría de los mexicanos práctica, sin emabrgo hoy en día con tanta pederastía al descubierto se tambalea su estrategía popular. Y por otro lado nos dejan muy en claro que para nada les son de interes los deseos de los ciudadanos sino que sus propuestas son para complacer ideologias partidistas y una parte de cuota de poder.