martes, 25 de agosto de 2009

La sociedad civil: el último bastión

México atraviesa uno de los momentos más aciagos de su historia. Las contradicciones, los problemas, el sufrimiento se acumulan. La visión de estado, la capacidad de gobierno, la generosidad de quienes tienen poder, brillan por su ausencia. Más de una voz advierte sobre posibles estallidos sociales. La respuesta del grueso de las autoridades y de quienes detentan el poder, es el cinismo, el autoritarismo y el incremento de la corrupción.
Ingredientes parecidos a los que se mezclaron en 1810 y en 1910 para dar origen a las revoluciones que propugnaron por una reorganización del poder y del Estado. Obviamente la historia no se repite, pero si da lecciones y quienes no las aprenden están condenados a repetir los mismos errores.
No es exagerado decir que estamos en la antesala de un cambio de enormes proporciones. El deterioro de las condiciones de vida de la mayoría y la ineficacia y corrupción de las instituciones están alcanzando niveles intolerables. Algo nuevo y diferente tiene que venir para evitar que caigamos en el abismo.
Las discusiones en torno al voto nulo fueron un signo del agotamiento del sistema electoral y de partidos con el que contamos. Las manifestaciones sociales son signo del agotamiento del modelo económico. Los señalamientos documentados contra el Ejército son signo de la inviabilidad de la guerrita impulsada por el actual gobierno federal que ha multiplicado los niveles de violencia. El silencio de los zapatistas y del movimiento indígena frente a la decisión de la Corte sobre Acteal es signo de la digna rabia que puede aflorar en cualquier momento.
En un ambiente de guerra no es gratuito pensar en armar fortalezas y bastiones. El bastión es el reducto fortificado que encabeza la defensa de la fortaleza. Y esa es la imagen que tengo de la sociedad civil organizada. Son las miles de acciones organizadas de la ciudadanía y su posible articulación, las que representan el último bastión frente al deterioro de la gobernabilidad y la multiplicación de la violencia.
La sociedad civil, en su expresión positiva, se revela en las conciencias y en las prácticas de organización y solidaridad, en la resistencia pacífica frente a las injusticias, en la elaboración de propuestas y alternativas, en la incidencia para mejorar las políticas públicas, en las voces críticas que no se callan, en las mentes lúcidas que formulan nuevos horizontes. Al final, en una conducta ética que se resiste a la corrupción, a doblegarse, a venderse. Esa sociedad civil sabe articularse también con lo mejor de la sociedad política para encontrar salidas.
El último bastión, en una guerra, siempre ha sido símbolo de esperanza. Los tiempos actuales invitan al pesimismo y a la incertidumbre. La sociedad civil organizada sigue siendo fuente de optimismo y voluntad de cambio, fincados en su labor cotidiana de educación, organización e incidencia.
Seguir empujando la democratización del país, la revolución de las conciencias y el cambio de prácticas, creencias y políticas, será la mejor manera de fortificar el último bastión. Hay que estar preparados para 2010.

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